Una vez escuché a alguien que no veía cine para entretenerse. Pero ¿qué es estar 90 o 120 minutos frente a una pantalla contemplando una historia que no nos pertenece sino entretenimiento? Yo sí veo cine para entretenerme y, la verdad, que lo consigo (o mejor dicho: el cine lo logra conmigo). Pero también es verdad que, de vez en cuando, algunas películas nos ofrecen algo más que mero entretenimiento. Entonces, una vez acabada, la voy recordando, retengo escenas y frases, la comento, quiero preservar, de alguna manera, lo que he sentido mientras la contemplaba. Así, aunque hayan pasado ya algunos días desde que la vi, sigo gozando con ella.
Es lo que me ocurre con “Siempre Alice” (Still Alice). Julianne Moore interpreta, a mi parecer magistralmente, a una mujer de casi 50 años a quien detectan un extraño tipo de alzheimer; extraño, porque no es habitual que a esa edad empiece a manifestarse esta enfermedad. En la película vamos viendo el proceso de degeneración de su memoria (no adelanto nada, una vez ya sabemos que tiene alzheimer). Pero hay un momento especialmente significativo: cuando se atreve a realizar un discurso sobre cómo está viviendo su enfermedad. Ella había trabajado estudiando las palabras, recopilándolas, clasificándolas, recordándolas. Ahora estaba aprendiendo el arte de ir olvidando todo lo aprendido. La frase es más o menos así.
La película resulta muy atractiva por el modo en que nos cuenta el proceso personal de Alice intentando seguir conectada consigo misma, con quien ha sido hasta ahora, y con las personas que ha amado. Ellas son quienes ahora, con su dedicación y su amor, la ayudan a seguir sintiéndose alguien. Así que, además de impregnarnos de las emociones de Alice y su familia, sin hacerlo de una manera explícita, la película nos deja en el aire esas cuestiones sobre quiénes somos, quiénes son realmente importantes en nuestras vidas y qué es eso que llamamos vivir.
Y ahora, la reflexión personal, porque, si no, cuento toda la película. A veces nos dedicamos a acumular conocimientos, a leer cosas, a saber más. Nos creamos y creemos la ficción de que así poseemos algo. Acumulamos conocimientos y creemos que estamos haciendo algo importante. A veces escribir sólo pretende ser una forma más de sustentar nuestros recuerdos. Pero nuestra memoria es algo frágil y lo que hemos adquirido con tanto esfuerzo, podemos perderlo en cualquier momento. Al final no sé si tenemos que aprender el arte de aprender o el arte de olvidar; igual sólo tenemos que ir practicando el arte de vivir. Y así, si algún día vamos perdiendo lo aprendido, que al menos quede algo de cuanto hemos amado.
Creo que Ortega y Gasset dijo algo así como que conocer es un instrumento, un medio más para vivir (que es lo realmente importante). A mí saber más cosas, algunas al parecer muy interesantes, también me entretiene; me lo paso bien intentando conocer. Como dice el diccionario de la RAE, entrener es “hacer menos molesto y más llevadero algo”; o bien, “Divertir, recrear el ánimo de alguien”. Así que vivir, aun cuando a veces creemos estar haciendo algo importante, tiene también mucho de entretenimiento, algo de pasar entre dos tiempos, de sostenerse, haciendo más llevadero o más ameno eso que llamamos nuestra vida.
No hace falta decir, a estas alturas de la entrada, que no os la perdáis.