Amor bajo el espino blanco

Hacía más de dos meses que no escribía en el blog; y eso que no han faltado ocasiones: una huelga, varios libros, películas, una conferencia (sobre la cual intenté hacer una entrada, pero no la acabé), la celebración de la Navidad… Es que, aunque no lo parezca, hacer una entrada en el blog supone tiempo para pensar, escribir y releer lo escrito (al menos para mí lo supone), y tengo que sentirme bien para intentar escribir bien. Ahora, una película, como en otras ocasiones, puede servir de motivo para escribir un poco.

«Amor bajo el espino blanco» nos cuenta la historia del amor entre dos jóvenes. Zhang Yimou nos la presenta en el marco de la revolución cultural china. El miedo a ser descubiertos es permanente. El padre de la chica está preso por tener ideas de derechas. La chica está estudiando para ser maestra pero, tal como insiste su madre, debe tener mucho cuidado en no cometer ningún fallo que supondría la pérdida de sus estudios o de su futuro trabajo. Siendo hija de un disidente, tiene que demostrar continuamente lo agradecida que se siente por todas las oportunidades que le ofrece la revolución. Bajo esa presión, los jóvenes van acercándose, hablando, quedando para verse. A escondidas de la gente y de la familia. Después las cosas se van complicando.

La película se recrea en los planos cortos, en las miradas, en el tiempo (lento, lento, lento para mi gusto), pero con el cine chino, si no es de kung-fu, parece que no hay prisa. Y la historia, sin ser demasiado complicada, nos va metiendo poco a poco en la relación amorosa de los jóvenes. Hay momentos de duda, de respeto, de inquietud, de dolor… pero sin grandes manifestaciones emocionales, como muy contenido todo. Igual contada de otra manera daría para alguna lágrima que otra o igual a mí no me ha cogido en un momento especialmente sensible. Pero, sin ser muy llamativa, me ha gustado y entretenido. Eso sí: hay que mirarla sin prisa (son dos horitas).

Intocable

¡Qué pedazo película! ¡Qué historia más bonita! También aquí hay juguetes rotos, pero es una película totalmente distinta a la anterior. Se trata de una comedia de un gusto exquisito.

Philipppe, un francés de pura cepa, blanco, cuidadoso, educado, con buen gusto y notablemente rico, pero rico, excesivamente rico. Sólo tiene un problema (o eso pensamos al principio): es tetrapléjico. Necesita un acompañante, alguien que le cuide durante el día y la noche. Aparece Driss, un senegalés, joven, fuerte, no muy fino en el trato ni las maneras, directo, burlón, negro, negro (con perdón), un tipo que no parece de fiar. Sólo está allí para que le firmen los papeles como que ha acudido a la oferta de trabajo, para evitar perder el subsidio de desempleo. Al día siguiente, cuando acude por sus papeles se encuentra con una oferta formal de trabajo: un mes de prueba.

A mitad de la película descubrimos que la tetraplejia de Philippe fue provocada por un accidente de parapente, pero su mayor dolor no es ese, sino haber perdido a su esposa por causa de una enfermedad. «¡La amaba tanto!», exclama Philippe, con ella podría sobrellevar su discapacidad.

También descubrimos algo más sobre la vida de Driss. Su presencia va a cambiar algo más que la forma en que se cuida a un enfermo. Todo el entorno se ve afectado.

Cuando las dos personas han conectado, cuando vemos que ha surgido una sincera amistad, Philippe invita a Driss a marcharse, a volver a casa, porque sabe que tiene asuntos que arreglar, personas a las que volver a tratar, responsabilidades para con los suyos. Él es feliz con su cuidador, pero sabe que Driss tiene cosas que hacer y hay que dejarle ir.

Dos formas totalmente distintas de entender la vida, dos historias totalmente ajenas a la suerte del otro; pero coinciden. Los dos son tocados por esta relación, los dos se enriquecen. Los dos cambian después de este encuentro.

Ha coincidido que he visto esta película el mismo día en que he acabado el libro de Irene Comins «Filosofía del cuidar». Esta película puede ser un buen ejemplo de ese trato cuidadoso, que atiende a las personas desde sus necesidades concretas, no como realidades abstractas, sino como seres de carne y hueso, con sus aspiraciones, sus deseos, sus dolores, su historia personal. Y en ese encuentro, cuidado y cuidador se enriquecen mutuamente, crecen como personas.

La película deja muy buen sabor de boca. Se pasa muy bien todo el tiempo, contemplando la conexión que se produce entre dos vidas, en principio, tan distantes.

Redención (Tirannosaur)

Nos encontramos con juguetes rotos, aunque, al principio no lo sabemos. Joseph, un hombre ya mayor, sin llegar a anciano, pero bastante mayor, solitario, que a veces saca su mal carácter y se pone violento, y borrachín. Él mismo se califica como un hombre malo, que acaba haciendo daño a las personas con quien se relaciona. Hannah, una mujer tranquila, muy religiosa, que trabaja en una tienda que parece algo así como un almacén de cosas usadas o un ropero de Cáritas (no sé si la gente paga por llevarse cosas). Las dos personas se cruzan. Joseph se relaciona con la mujer de forma burlona, fría y distante; como si estuviera por encima de todo (o quizá por debajo), porque se siente de vuelta de todo, fracasado. Sólo se relaciona abiertamente con un niño, vecino suyo, y sus compañeros de cervezas.

Joseph se burla de la fe de la mujer; pero cuando un amigo suyo está a punto de morir, le pide que le acompañe a su casa y rece por él. El hombre encuentra en la mujer alguien que le sonríe de vez en cuando. La mujer vive sujeta a sus oraciones y su fe. Pero la vida de la mujer no es tan tranquila ni serena como aparenta. También ella es un juguete roto, una mujer maltratada por su marido. Un hombre celoso, violento y desequilibrado, a quien, sin embargo, los demás consideran una persona ejemplar.

Ella reza, pero su fe no le libra del dolor; parece que tiene que aceptarlo, incluso perdonando al marido. Pero no se puede aguantar todo ni siempre.

Al final, Joseph y Hannah pueden ir cerrando heridas, redimiendo sus errores o sus pecados. Parece que pueden encontrar de nuevo su sitio en la vida. Pero nada ocurre de manera fácil, ni rápida, ni mágica. El proceso de redención, de volver a ordenar unas vidas tan tocadas (por las propias decisiones o las ajenas), no se produce sin dolor.

No es una película para pasar un buen rato. La historia está muy bien contada, pero hay muy pocas sonrisas y muchas situaciones desagradables. Son juguetes rotos, por su propio pasado o por la violencia de los demás, que tienen dificultades para amar, expresarse y relacionarse con los demás de una forma franca.

¿Aconsejable? Sí, pero sabiendo que no vas a pasarlo muy bien. Hay redención, pero llega al final. No te deja muy buen cuerpo.

Los hijos nos hacen sentir el tiempo

El jueves pasado celebrábamos la jubilación de un compañero del instituto, de Ángel González. Había sido maestro mío en «Primo de Rivera», y ahora era compañero en el IES Paco Mollá. En la sobremesa, me senté junto a Pepe, compañero y amigo, y le comenté que cada vez que veía a Ángel por los pasillos, lo recordaba cuando estaba en el colegio, llevando también el cartabón y el compás de plástico para dibujar en la pizarra. Le dije también que igual el compartir trabajo con alguien que había sido mi maestro me hacía un poco más joven, aunque no sé si a él le hacía sentirse a la vez un poco más viejo. Las fotos lo cambiaban. Yo lo recordaba como ahora, pero al vez las fotos tuve que tomar conciencia de que ya no era del todo el mismo que yo había conocido, que había cambiado bastante. Después volví a una reflexión que viene a mí con cierta frecuencia, cada vez que veo un cambio en uno de mis hijos.

Le decía a Pepe, mi amigo, que los hijos son quienes nos hacen tomar conciencia del tiempo. Los miramos y recordamos situaciones que para nosotros parecen recientes y, sin embargo, hace tiempo que las han superado. De repente, casi sin darnos cuenta, empiezan a hacer cosas que, hace unos meses, eran simplemente imposibles. Ellos rompen la rutina del tiempo en la que, con el paso de los años, se va acomodando nuestra vida. Casi sin darnos cuenta se van haciendo mayores. Aún recordamos el primer día que lo llevamos a la guardería y ahora va a empezar segundo de primaria; tenemos marcado en la memoria el día de su nacimiento y ya le estamos quitando el pañal. Lo que vivo ahora con mi hija, renueva constantemente en mí el recuerdo de todo lo que he ido viviendo con mi hijo. Cogemos las fotos, para impedir que ese pasado, para ellos tan lejano y para nosotros aún cercano, no se vaya nunca del todo. Pero ellos crecen y así nos obligan a decir: si ya han pasado dos, o tres, o seis, o siete años. Y dentro de nada nos sorprenderán con otra cosa, y pensaremos, mi hijo, mi hija está creciendo. Y me sentiré un poco mayor. Y si miro una foto, descubriré que el tiempo también ha pasado para mí, que ya no soy del todo el mismo; y me sentiré aún más mayor.

¿Qué quedará entonces? El tiempo que hayamos compartido y nos hayamos amado. Si eso es lo que va a quedar, más vale aprovecharlo mientras esté en nuestras manos.

Gordos

Una comedia atractiva, entretenida y bien hecha sobre un tema sobre el que tanto nos cargamos la cabeza. La gordura a veces sirve para ocultar conflictos que no tenemos resueltos, pero el deseo de adelgazar puede servir también para taparlos. El tema de la obesidad y el deseo de adelgazar sirve como pretexto para desgranar cinco historias personales, cada una con sus conflictos y con su manera peculiar de sobrellevarlos o de sobrevivir a ellos.

Muy bien para pasar un buen rato y, de paso pensar, aunque sólo sea un poco.

El guardián entre el centeno

Un alumno me dijo que había leído este libro de J. D. Sallinger y me animé a hacerlo yo también. ¿Qué me he encontrado? Un relato narrado de una forma muy ágil, de fácil lectura, contado desde la perspectiva de un adolescente al que ya han tirado de cinco colegios. Nos va contando sus encuentros, sus recuerdos, sus formas de ver a la gente, sus ilusiones… Las repeticiones sobre su estado de ánimo y la dificultad para ampliar el abanico de expresiones acerca de sus sentimientos: me deprime mucho, me dan mucha pena… nos mantienen cerca de la psicología del adolescente. También esa ilusión de independizarse de sus padres y marchar a otro lugar para vivir en una cabaña. Un adolescente que se deja impactar por las personas con quien se encuentra y que se emociona al contemplar los gestos infantiles de su hermana.

Al final pensaba que iba a pasar algo más, pero se queda en un relato, muy agradable, sobre las vivencias, emociones e ilusiones de un adolescente.

Passió del Senyor

Estem celebrant la Setmana Santa, la Setmana de Passió. Ahir vaig anar a la Missa del Sopar del Senyor i hui he participat en la Cel·lebració de la Passió del Senyor. Ja sé que este no és el to habitual d’este bloc, on normalment parle de cine, filosofia, ètica…, però com és un bloc, un quadern personal, diferent del bloc de l’institut, m’abelleix també parlar d’acò. A fi de comptes, també són vivències meues i molt més interessants que les pel·lícules que veig.

Tornant al tema de hui. En la celebració d’ahir esperava un poc més d’emoció en el predicador. Va parlar de l’eucaristia, el ministeri sacerdotal i la caritat. Tot molt correcte. Però esperava una cosa més sensible, no tan teòrica. Crec que estos dies són per a contemplar, no tant per a pensar. Una de les coses interessants que tenen els evangelis és que són narracions, on predomina l’acció, la forma d’actuar de Jesus, més que la doctrina. Les lectures del Dijous Sant sempre m’han provocat la contemplació de Jesus agenollat als peus dels apòstols. Crec que això diu molt més que quaranta discursos sobre el servici. A més, el seu gest no és simplement un exemple o un model a seguir. El que provoca en els apòstols és el conflicte de creure i acceptar que Jesus és el fill de Déu, però que s’apropa als homes des de baix, des de la debilitat. No és tant una qüestió d’exemple, sinó d’acceptar a este Déu dèbil, de l’entrega.

Eixa entrega es fa present en la celebració del Divendres Sant. A l’escoltar la lectura de la Passió, m’he parat en dos figures. Apareixen al final del relat: Josep d’Arimatea i Nicodem. Són els que arriben de nit i demanen el cos del Senyor per a sepultar-lo. No he pensat sobre ells; els he contemplat amb l’atenció i l’estima amb què s’ha de despedir el cadàver d’un amic, amb què s’ha de preparar el seu cos per a la sepultura. Venen de nit. Tal volta per la por, perquè no s’atrevixen a reconèixer-se’s com a deixebles. Però són els únics que venen. I el seu gest és el de la tendresa, el de l’últim acte d’estima per qui ha sigut el seu amic o el seu mestre. Hi ha molts personatges en el relat de la Passió; però estos són els que enguany m’han cridat l’atenció. Igual necessitem recuperar la tendresa no només cap a Déu, que no sé si li farà molta falta, sinó cap als que ens envolten, cap als amics i cap els caiguts en la vida.

La imatge és de P. Lorenzetti, del segle XIV: «El descendiment»

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Clint Eastwood

He vist dues pel·lícules de Clint Eastwood. Una com a director i l’altra com actor. La primera, “El intercambio”, una obra de l’Eastwood madur; la segona, “La leyenda de la Ciudad sin Nombre”, com actor jove.
“El intercambio” és una estrena. Conta la història d’una mare que, al tornar a casa després del treball, no troba al seu fill. Comença a buscar-lo i, quan la policia el troba, resulta que no és el seu fill. La policia, embolicada per la corrupció, decideix ocultar el fet i fer passar a la mare com a boja. La resta, millor que vegeu la peli. M’ha agradat molt. La història està molt ben contada. Podem vore una Angelina Jolie en el paper de la mare, allunyada dels papers d’acció que ha presentat últimament. Clint Eastwood mostra, una vegada més, la seua capacitat i ben fer per a contar històries dramàtiques. A més, a pesar de la cruesa del tema, la pel·lícula no incomoda l’espectador amb imatges carregades de violència.

L’altra pel·lícula, “La leyenda de la Ciudad sin Nombre”, l’he vista incitat per la lectura de “Carta abierta de Woody Allen a Platón”, de Juan Antonio Rivera. Este autor la utilitza per a reflexionar sobre l’aparició de les lleis i l’organització social. Es trobem a Califòrnia, a un lloc encara no colonitzat. Un accident provoca que, de manera fortuïta, els qui van en una caravana troben or i decidisquen assentar-se allí. Poc a poc, l’assentament va creixent, però encara no tenim una ciutat, sinó un campament de tendes de campanya. Ningú no mana sobre la resta; les decisions es prenen per votació de tots els membres del campament. Els problemes comencen quan apareix un mormó amb dues dones. Els homes del campament ho consideren injust i proposen al mormó subhastar una de les seues dones. Lee Marvin la compra, però en seguida comença a sentir gelosia davant la permanent mirada de la resta d’homes. La solució es portar prostitutes, per a que tots tinguen la possibilitat de satisfer les seues necessitats. Però un prostíbul significa fer una casa, una taberna, un local de joc, i prompte apareixeran altres. El campament es convertix en ciutat. En seguida apareixen altres personatges. Clint Eastwood és el soci de Lee Marvin.
La pel·lícula és una magnífica comèdia, que ens pot fer reflexionar sobre la societat, la família, els costums… Ens situa, al principi, en un tipus de societat a banda de la resta de l’Estat, autoorganitzada, però les seues bases són incapaces de suportar la ciutat que acaba formant-se.

Diario de un escándalo

La semana pasada vi la película «Diario de un escándalo». Plantea dos tipos de relaciones afectivas: la de una profesora con un alumno y la de dos profesoras entre sí. Creo que puede dar para debatir. A mí, por el momento, me sugiere las siguientes preguntas:
  1. ¿Cuál de las dos relaciones es más cuestionable? ¿En cuál hay más elementos rechazables? ¿Cuál resulta más comprensible? ¿Por qué?
  2. ¿Qué relación hay entre amor/amistad y posesión? ¿Se puede evitar cierto sentido de posesión en las relaciones afectivas?
  3. ¿Por qué muchas veces enmascaramos nuestros verdaderos sentimientos?