¡Qué pedazo película! ¡Qué historia más bonita! También aquí hay juguetes rotos, pero es una película totalmente distinta a la anterior. Se trata de una comedia de un gusto exquisito.
Philipppe, un francés de pura cepa, blanco, cuidadoso, educado, con buen gusto y notablemente rico, pero rico, excesivamente rico. Sólo tiene un problema (o eso pensamos al principio): es tetrapléjico. Necesita un acompañante, alguien que le cuide durante el día y la noche. Aparece Driss, un senegalés, joven, fuerte, no muy fino en el trato ni las maneras, directo, burlón, negro, negro (con perdón), un tipo que no parece de fiar. Sólo está allí para que le firmen los papeles como que ha acudido a la oferta de trabajo, para evitar perder el subsidio de desempleo. Al día siguiente, cuando acude por sus papeles se encuentra con una oferta formal de trabajo: un mes de prueba.
A mitad de la película descubrimos que la tetraplejia de Philippe fue provocada por un accidente de parapente, pero su mayor dolor no es ese, sino haber perdido a su esposa por causa de una enfermedad. «¡La amaba tanto!», exclama Philippe, con ella podría sobrellevar su discapacidad.
También descubrimos algo más sobre la vida de Driss. Su presencia va a cambiar algo más que la forma en que se cuida a un enfermo. Todo el entorno se ve afectado.
Cuando las dos personas han conectado, cuando vemos que ha surgido una sincera amistad, Philippe invita a Driss a marcharse, a volver a casa, porque sabe que tiene asuntos que arreglar, personas a las que volver a tratar, responsabilidades para con los suyos. Él es feliz con su cuidador, pero sabe que Driss tiene cosas que hacer y hay que dejarle ir.
Dos formas totalmente distintas de entender la vida, dos historias totalmente ajenas a la suerte del otro; pero coinciden. Los dos son tocados por esta relación, los dos se enriquecen. Los dos cambian después de este encuentro.
Ha coincidido que he visto esta película el mismo día en que he acabado el libro de Irene Comins «Filosofía del cuidar». Esta película puede ser un buen ejemplo de ese trato cuidadoso, que atiende a las personas desde sus necesidades concretas, no como realidades abstractas, sino como seres de carne y hueso, con sus aspiraciones, sus deseos, sus dolores, su historia personal. Y en ese encuentro, cuidado y cuidador se enriquecen mutuamente, crecen como personas.
La película deja muy buen sabor de boca. Se pasa muy bien todo el tiempo, contemplando la conexión que se produce entre dos vidas, en principio, tan distantes.